domingo, 27 de mayo de 2018

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


“Medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios”
  
Asomarnos al misterio de la Trinidad desde una vertiente escuetamente lógica, sería como introducirnos en un galimatías, en un laberinto sin salida que nos dejaría cansados, estériles, sin especial motivación para nuestra andadura como creyentes. El Misterio nos sobrepasa, no podemos abarcarlo, mucho menos controlarlo y esta verdad nos desconcierta.

Al tiempo, el Misterio es lo más próximo, lo más profundo de mi ser, si accedo desde esa dimensión espiritual, puedo relacionarme y descubrir al Dios que me habita, conoce mi nombre, al que invoco sin palabras,  de quien tengo experiencia de su Presencia que modela mi camino. De este modo es posible percibir la dinámica amorosa de Dios, tener un conocimiento sabroso  que  renueva y fortalece, ilumina y ensancha nuestros límites.

La aguda belleza del conocido icono de la Trinidad de Rublev, nos invita a esto, a no quedarnos de espectadores, sino  incorporarnos al dinamismo de amor que Dios es y que habita el centro de mi ser. Estar o no conectados a este fluir de vida en el amor, marcará la diferencia en la condición de discípulo de Jesús. Fundamentados  en esta realidad, receptivos a su iniciativa, establecemos la condición de posibilidad para incidir en la historia con una aportación desde la confianza que transforma.


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Puede parecernos una obviedad la afirmación de que “Dios es Uno” o “Único”. Si alguien nos preguntara cuántos dioses hay, sin dudar exclamaríamos “¡Uno, por supuesto!”. Pero si entramos en nuestro corazón, en lo más profundo de nuestro ser, ¿es Dios nuestro único Señor? ¿Es Dios nuestro verdadero dios? ¿No habremos “suplantado” a Dios con otras “adoraciones”? Y si miramos a nuestro alrededor, a nuestra sociedad, ¿no se ha “creado” más de un “dios”? Como vemos, la respuesta no es tan obvia. No es Dios el único Dios al cual se adora.

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

Moisés habló al pueblo diciendo: “Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto, ante tus mismos ojos? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios ?allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra? y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre”.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 4-6. 9. 18-20. 22

R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

¿Qué significará “dejarse llevar por el Espíritu”? Es dejar que Dios mismo nos inspire, nos anime, nos movilice. Es buscar al hermano, hijo del mismo Padre, al cual nos une el mismo Espíritu. Es romper con la vida individual y egoísta para dar vida en forma generosa.

Lectura de la Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 14-17

Hermanos: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “Abbá!”, es decir, “Padre!”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Apoc 1, 8

Aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene. Aleluya.

EVANGELIO

“El Dios de Jesucristo es un Dios-familia, no es un Dios solitario, es uno y único pero en él hay tres personas: el Padre engendra al Hijo por un proceso misterioso de la eternidad y, entre el Hijo engendrado y el Padre engendrador, una corriente que es también persona, amor, el espíritu de amor, el Espíritu Santo, los identifica, los une. (...) Y vino el Espíritu Santo, enviado como fuerza de la vida de Dios para hacer de los hombres una sola familia” (Beato Oscar Romero)

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20

Después de la Resurrección del Señor, los Once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Medita en tu corazón

La celebración de hoy sólo es posible desde la adoración,  el asombro y el entusiasmo que nace en el reconocimiento de lo que soy en Dios y Dios es en mí. Esta conciencia nos confiere una mirada adecuada para edificar  la existencia de un modo integrado y lúcido que genere comunión desde dentro hasta cada dimensión que nos constituye: personal, social, política. El gozo es el signo más evidente de asentir a la gracia.

Ese Espíritu y nuestro espíritu

Dios nos brinda mandatos de vida, nos ofrece su palabra, se manifiesta  como amor fiel y compasivo. Pero es necesario entrar en sintonía de onda, hacernos conscientes de que el don está siempre dispuesto a ser otorgado, desplegado.” Hoy” es el tiempo, “ahora” es el tiempo de Dios para ti.

La meditación como ámbito de encuentro con el Dios de Jesús resulta imprescindible para reconocer a Dios tal y como se revela, no  como nos lo dibujan o como lo asimilamos de prestado.

La meditación es el espacio de libertad en el que podemos  reconocernos como somos: hijos; para descubrir Su corazón como es: compasivo, fiel;  para  permitir que pueda reflejarse en mi como los demás  necesitan.

Sabed que yo estoy con vosotros

En esta solemnidad la Iglesia hace memoria de las monjas y monjes que se dedican de modo específico a un estilo de vida contemplativo. El lema de este año es: “Solo quiero que le miren a él”. Jesús es la puerta para entrar a la Presencia. Lo dijo él.

La llamada a introducirnos en el misterio trinitario, a vivirlo con entusiasmo y pasión, también con coraje y constancia, no es exclusiva de los contemplativos. Todo cristiano es invitado a saborear el don de la comunión y responsable de sembrarla en su espacio vital. Toda persona es convocada a la aventura espiritual, al cultivo de su dimensión profunda si ha de aspirar a una calidad humana digna.

Los monasterios son humildes celemines que recuerdan lo apasionante de esta vocación universal y ofrecen su experiencia para comunicar esta fascinación, orientar los procesos y acompañar los itinerarios.

ESTUDIO BÍBLICO.

El misterio insondable de Dios siempre ha apasionado a los grandes teólogos, porque la revelación de este Dios en la historia se ha expresado culturalmente según las necesidades humanas e incluso según la defensa que se ha debido hacer de Dios como garante de un pueblo, de una nación, de una religión. El pueblo de Israel hubo de enfrentarse a esta realidad, porque sabía que era la garantía de su identidad. Cuando «llegó la plenitud de los tiempos», con Jesucristo, se suavizan muchas expresiones, se manifiesta la dimensión amorosa de Dios al nivel más misericordioso, pero Dios sigue siendo misterio. La fe cristiana de los primeros siglos tuvo que hacer también su defensa de las imágenes bíblicas de Dios, como Padre, como Hijo y como Espíritu. Ello significa que el mundo de Dios no es la soledad omnipotente y trascendente, sino que se expresa en el “humus” familiar, de relaciones y de comunión; y si es familiar, es amorosa, porque la familia se realiza en el amor de entrega absoluta. Por eso, la celebración de esta solemnidad nos asoma a ese misterio de la Santa Trinidad como un misterio de relaciones de amor sin medida.

I Lectura: Deuteromio (4, 32-40): Dios eligió a un pueblo marginal

I.1. Este texto de Dt es una exhortación  muy doctrinal, desde luego, pero no menos entrañable y comunicativa por parte de Dios. Los autores han querido presentar la elección de Israel como una decisión muy particular y decisiva de Yahvé. Se pasa revista a los grandes acontecimientos que le han dado al pueblo una identidad: la liberación de Egipto, la teofanía o manifestación en el Sinaí (o en el Horeb), el don de la tierra de Canaan. Todo esto forma el “credo” fundacional de la fe israelita. Esto llama al pueblo a un destino.

I.2. Al contrario de lo que cabía esperar, nos habla del Dios cercano de Israel, del que ha elegido a este pueblo, sin méritos, sin cultura, sin pretensiones, para que haga presente su proyecto de salvación y liberación sobre la humanidad. Esto lo interpretó Israel como un privilegio, pero en contrapartida, en este texto se exige el guardar sus mandamientos para que esa nación pueda considerarse como privilegiada. El Dios que hace escuchar su voz  en medio de signos y prodigios, según expresiones bíblicas, es un Dios histórico, no se queda en el arcano, porque es en la historia donde se encuentra con nosotros. El conjunto tiene un acento de condición apasionada. No olvidemos que éste no es un texto muy antiguo, más bien se cree que pertenece a la escuela deuteronomista que lo ha redactado  en tiempos del Segundo Isaías. Es de raíces muy monoteístas, pero debemos reconocer que es uno de los pasajes más bellos del libro del Deuteronomio.

II Lectura: Romanos (8,14-17): El Espíritu nos hace sentirnos hijos de Dios

II.1. Pablo, inmediatamente antes de estos versos, habla de la lógica de la carne (que lleva a la muerte) y de la lógica del Espíritu (que lleva a la vida). Por eso, los que se dejan llevar por el Espíritu sienten algo fundamental e inigualable: se sienten hijos de Dios. Esta experiencia es una experiencia cristiana que va mucho más allá de las experiencias de Israel y su mundo de la Torá. Se trata de una afirmación que nos lleva a lo más divino, hasta el punto de que podemos invocar a Dios, como lo hizo Jesús, el Hijo, como Abbá. Que el cristiano, por medio del Espíritu, pueda llamar a Dios Abba (cf Gál 4,6), viene a mostrar el sentido de ser hijo, porque hace suya la plegaria de Jesús (especialmente tal como se encuentra en Mc 14,36, aunque también en Lc 11,2, mientras que Mt ha preferido en tono más judío o más litúrgico, con “Padre nuestro”. Eso significa, a la vez, una promesa: heredaremos la vida y la gloria del Hijo a todos los efectos. Ahora, mientras, lo vivimos, lo adelantamos, mediante esta presencia de Espíritu de Dios en nosotros.

II.2. La carta de Pablo a los Romanos, pues, nos asoma a una realidad divina de nuestra existencia. Decimos divina, porque el Apóstol habla de ser «hijos de Dios». Pero sentirse hijos de Dios es una experiencia del Espíritu. Es verdad que nadie deja de ser hijo de Dios por el hecho de alejarse de El o a causa de vivir según los criterios de este mundo. Pero en lo que se refiere a las experiencias de salvación y felicidad  no es lo mismo tener un nombre que no signifique nada en el decurso del tiempo, a que sintamos ese tipo de experiencia fontal de nuestra vida. Y por ello el Espíritu, que es el «alma» del Dios trinitario, nos busca, nos llama, nos conduce a  Dios para reconocerlo como Padre (Abba), como un niño perdido en la noche de su existencia, y a sentirnos coherederos del Hijo, Jesucristo. Por ello, el misterio del Dios trinitario  es una forma de hablar sobre la riqueza del mismo, que es garantía de que Dios, como Padre, como Hijo y como Espíritu nos considera(n) a nosotros como algo suyo.

Evangelio: Mateo (28,16-20): El bautismo sacramento del amor trinitario

III.1. El evangelio del día usa la fórmula trinitaria  como fórmula bautismal de salvación. Hacer discípulos y bautizar no puede quedar en un rito, en un papel, en una ceremonia de compromiso. Es el resucitado el que “manda” a los apóstoles, en esta experiencia de Galilea, a anunciar un mensaje decisivo. No sabemos cuándo y cómo nació esta fórmula trinitaria en el cristianismo primitivo. Se ha discutido mucho a todos los efectos. Pero debemos considerar que el bautismo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo significa que ser discípulos de Jesús es una llamada para entrar en el misterio amoroso de Dios.

III.2. Bautizarse en el nombre del Dios trino es introducirse en la totalidad de su misterio. El Señor resucitado, desde Galilea, según la tradición de Mateo (en Marcos falta un texto como éste) envía a sus discípulos a hacer hijos de Dios por todo el mundo. Podíamos preguntarnos qué sentido tienen hoy estas fórmulas de fe primigenias. Pues sencillamente lo que entonces se prometía a los que buscaban sentido a su vida. Por lo mismo, hacer discípulos no es simplemente enseñar una doctrina, sino hacer que los hombres encuentren la razón de su existencia en el Dios trinitario, el Dios cuya riqueza se expresa en el amor. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

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