domingo, 4 de noviembre de 2018

DOMINGO 31º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Amarás al Señor tu Dios con todo tu ser”

En la tarea de construirnos como personas el amor ocupa un lugar irrenunciable. Sin recibir y sin ofrecer amor el ser humano se pierde en peligrosas carencias. Bueno sería descubrir y sentir que, incluso en las más adversas circunstancias, estamos en la existencia porque hemos sido amados desde siempre y para siempre como realidad originante y concluyente por Dios. Por eso su Palabra nos pide hoy amor a Él y a nuestro prójimo.

Se nos ofrece una acuciante llamada para romper el círculo asfixiante del “yo, mi, me, para mí, conmigo”, y abrirnos a la vivificante tarea de construirnos mutuamente con el amor que se hace entrega y donación sin límites.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El pueblo de Dios es un pueblo que está a la escucha, porque sabe que la Palabra de Dios trae vida. Por eso esta palabra se repite y se transmite, y todo el corazón se dispone a cumplirla.

Lectura del libro del Deuteronomio 6, 1-6

Moisés habló al pueblo diciendo: Este es el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.
Palabra de Dios. 
Salmo 17, 2-4. 47. 51ab

R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Él concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R. 

II LECTURA

Jesús hace una obra completa y definitiva. No hay nada en su vida que no haya sido pura entrega de amor. Ese amor restablece los vínculos entre el Padre y la humanidad. Ya no hay lugar para el pecado ni hace falta multiplicar los sacrificios, porque los efectos de la vida, muerte y resurrección de Jesús permanecen para siempre.

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28

Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento –que es posterior a la Ley– establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Jn 14, 23

Aleluya. “El que me ama, será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él”, dice el Señor. Aleluya. 

EVANGELIO

Un escriba era una persona experta en textos sagrados. Este escriba, con toda su erudición, había encontrado lo esencial de todas las palabras de la ley: el amor. Por eso recibe el bellísimo elogio de Jesús. Que también en nosotros pueda actuar así el Espíritu Santo, para que al leer y meditar cada día la Palabra estemos cada vez más cerca del Reino de Dios.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”. Jesús respondió: “El primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento más grande que estos”. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu ser

La Palabra que este Domingo se nos ofrece toca lo más profundo del corazón del creyente y reclama una adhesión total con Aquel que nos la ofrece. Nada ni nadie debe ser vivido en la existencia del creyente con la misma intensidad y entrega que su relación con el Misterio de Dios.

Moisés lo dejó claro al pueblo de Israel, y el Señor Jesucristo lo deja igualmente claro a quienes desean acoger y encarnar su mensaje.

La fuerza de este mandato fundamental y fundante en la vida de todo creyente nos interpela hoy a cada uno de nosotros: ¿Está mi corazón en Dios? ¿Está todo mi ser (afecto, inteligencia, voluntad) centrado en Él y en su proyecto de amor y unidad, de justicia y paz, de libertad y dignidad, para toda la familia humana?

Parafraseando el dicho de sabiduría popular; “Dime con quién andas y te diré quién eres”; podríamos también decirnos a nosotros mismos: “Dime dónde está tu corazón, y te diré quién eres”. Una buena ocasión la que nos presenta la Palabra para volver a lo esencial, para volver al Señor con toda la fuerza de nuestro ser. Para no dejarnos seducir por otros reclamos, para no permitirnos distracciones que nos aparten de Él.

Acoger este mandato encierra la exigencia de una constante sinceridad con nosotros mismos para vertebrar continuamente en nuestro vivir y obrar las exigencias que tal mandato encierra.

Diversas crisis sacuden en nuestros días la vida social y también la vida de la Iglesia. Lo cual hace más fuerte y apremiante la llamada a acoger con corazón sincero y voluntad firme el mandamiento principal de la Ley. Se trata de volver al Señor y vivirle intensamente con todo aquello que nos constituye como personas. En esta intensidad de encuentro con Él, de hacerle la referencia constante de nuestra vida, encontraremos a sus hijas e hijos, y comprenderemos que solo viviendo como verdaderos  hermanos con todos autentificaremos la vivencia de su proyecto. Suave y apremiantemente Él nos susurrará: “Y amarás al prójimo como a ti mismo”.   

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Deuteronomio (6,2-6): Israel se identifica con su Dios

I.1. La primera lectura forma parte de lo que se conoce como los mandamientos deuteronómicos, que son una especie de catequesis de una escuela, que encierra el famoso Shema (¡escucha Israel!), de la religión deuteronómica, que los israelitas piadosos recitan todos los días, que está en los pequeños rollitos de las puertas de las casas, en las cajitas de las filacterias (tefillim) que se ponen para rezar en el muro del templo. La afirmación rotunda de monoteísmo es propia de la teología de esta escuela que inspiró la reforma del rey Josías, cuando el libro ¿se encontró? (cf. 2Re 22,10ss) en unas obras del templo. Se invita a Israel a pensar en su Dios, a guardarle fidelidad en cada instante, a amarlo sobre todos las cosas y sobre todos los dioses, porque este texto combate claramente el politeísmo.

I.2. Los israelitas deben llevar esto en su corazón, y por ello copiaron la costumbre oriental de hacer como amuletos y símbolos en las manos y en los brazos. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas sus fuerzas, como veremos en el evangelio, es dedicarle nuestro ser. ¿Es el monoteísmo de Israel un verdadero valor? No nos quedemos en la palabra, ni en el concepto. Israel es monoteísta por muchas razones socio-religiosas. No obstante no comenzó así su historia. Los patriarcas, los epónimos o padres del pueblo era politeístas o al menos tenían sus dioses familiares con respecto a otros. Los valores de un Dios creador y hacedor del mundo se introduce después en la religión de Israel. Para Israel, independientemente de la teología de la revelación, el llegar a ser monoteísta se explica por sus vidas, sus sufrimientos en la esclavitud de Egipto y por la fuerza que encontraron en el Dios Yahvé, que les llevó a la libertad.

II Lectura: Hebreos (7,23-28): Un sacrificio vivo

II.1. La segunda lectura vuelve sobre la carta a los Hebreos. Es, probablemente, el c. 7 de Hebreos una de las cumbres de esta carta. En el texto de hoy compara a los sacerdotes de la antigua Alianza y a Jesús. En el texto es muy importante la permanencia del sacerdocio de Cristo “para siempre”. El autor, que es un gran exegeta apoya casi todo el c. 7 en el Sal 110 como oráculo del sacerdocio de Cristo, superior y más perfecto que el sacerdocio levítico. Este “para siempre” determina, incluso, la perfección del ministerio sacerdotal de Jesús: su sacrificio no es de cosas, de víctimas, sino de entrega absoluta de sí mismo.

II.2. La lectura nos ofrece los tonos polémicos que el autor quiere poner sobre la mesa: es una polémica contra el sacerdocio levítico y ritual. Aquellos morían y eran sucedidos por sus hijos y familiares, lo cual denota la precariedad de ese sacerdocio. Pero con Jesucristo no puede suceder así, porque su sacrificio de amor, llevado a cabo en la cruz, es un sacrificio eterno, que abarca toda la historia. Ya no son necesarios los sacrificios rituales a Dios, porque Jesucristo los ha hecho ineficaces. Los sacerdotes antiguos debían purificarse personalmente antes de ofrecer un sacrificio por el pueblo, pero Jesús, el Hijo de Dios, ha puesto fin a una religión que no salva. Solamente salva, y para siempre, el sacrificio de su amor por todos nosotros, ofrecido a Dios.

III. Evangelio: Marcos (12,28-34): Dios quiere ser amado en los hermanos

III.1. El evangelio nos presenta al escriba que quiere profundizar de lleno en la Torah, la ley del judaísmo, ¿con qué intención? ¿sabiendo que Jesús sería capaz de ofrecerle una interpretación profética? Ya hemos visto la importancia que tenía y tiene en el judaísmo el primer mandamiento expresado con el Shema Israel, que es parte de nuestra primera lectura. La cuestión no quedará en una simple disputa escolástica, como alguno ha sugerido. El alcance de esta discusión y la pregunta del escriba (¡insólita!) ponen en evidencia muchas cosas del judaísmo que también nos afecta a nosotros. Lo primero que salta a la vista es que el segundo mandamiento no le va a la zaga al primero, que pone el acento en el amor de Dios. La versión de Marcos no está calcada ni del texto hebreo, ni de la versión griega de los Setenta… con algunas variantes de tipo helenista quiere llegar a una propuesta decisiva.

III.2. El realidad, el texto de Mateo 22,39s (que habría usado a Marcos como fuente) lo ha dejado mucho más claro: “de estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas”. El escriba, en verdad, no pretendía poner una trampa a Jesús como querían los saduceos, un momento antes, a propósito de la resurrección. Pero en su búsqueda de aclaración se ha quedado una cosa clara: el amor a Dios y el amor al prójimo no tiene “esencias” distintas. El amor, en el NT es de un “peso” extraordinario que no queda ni en “eros”, ni en “amistad”. Es un amor de calidad el ágape que tiene que ser el mismo para Dios y para los hombres, aunque los mandamientos se enumeren en primero y segundo. Esta sería la ruptura que Jesús quiere hacer con la discusión de los letrados sobre el primero o el segundo, sobre si el prójimo son los de “mi pueblo” o no.

III.3. Porque no sería una novedad que Jesús simplemente subrayara una cosa que se repetía hasta la saciedad. El que se añada el segundo mandamiento, de amor el prójimo, viene a ser lo original; porque con ello se ha revelado que el amor a Dios y el amor el prójimo es lo más importante de la vida, son un solo mandamiento, en realidad, y así podríamos entender el final del v.31 : ”No hay otro mandamiento más importante que éstos”, pues el ?ντολ? (mandamiento) está en singular y nos permitiría entender que el mandamiento más importante por el que preguntaba el escriba son los dos primeros que vienen a ser uno sólo. Porque no hay dos tipos de amor, uno para Dios y otro para el prójimo, sino que con el mismo amor amamos a Dios y a los hombres. Diríamos que son inseparables, porque el Dios de Jesús, el Padre, no quiere ser amado El, como si fuera un ser absoluto y solitario. Así resuelve Jesús la gran pregunta del escriba, de una manera profética e inaudita.

III.4. Lo que el evangelio de hoy quiere poner de manifiesto es que el amor a Dios debe también ser amor a los hombres. Muchos se contentan con decir que aman a Dios, pero muchas veces se encuentran razones para no amar al prójimo. Aquí es donde el evangelio se hace novedad maravillosa para todos los seguidores de Jesús y para todos los hombres. Se pueden sacar las consecuencias, al hilo de la carta a los Hebreos, que si Jesús ha ofrecido un sacrificio eterno, si no son necesarios los sacrificios rituales a Dios, es porque Jesús ha hecho posible la religión del amor, pero no solamente a Dios, sino a todos los hombres. Eso es lo que identifica al Dios verdadero de los dioses falsos: quiere ser amado en los hermanos. Es eso lo que el autor de la 1Jn pone de manifiesto en su teología de que Dios es amor y no podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos al hermano a quien vemos. Pero esta teología la puso en marcha el profeta de Galilea, Jesús Nazareno… y por ello dio la vida. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




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