domingo, 11 de noviembre de 2018

DOMINGO 32º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Ha echado todo lo que tenía para vivir”

La Escritura pone hoy ante nosotros la intuición evangélica  - ya presente en la tradición profética-  de la necesidad que tenemos como creyentes de estar ubicados  en el lugar y los valores precisos para que sea posible en nosotros una verdadera recepción de la Palabra.

Sólo quien se acerca al misterio desde el desposeimiento –de sí mismo y de lo suyo- y al lado de los desposeídos, se pone en verdadera disposición de abrirse al cumplimiento de las promesas de vida y plenitud que el Señor nos ofrece.

En nuestro momento histórico se hacen imprescindibles creyentes y comunidades cristianas desinstaladas,  capaces de ofrecer al mundo un testimonio de entrega desinteresada. Sólo así podremos ser signo de salvación y testigos de la esperanza cristiana.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La situación es de una necesidad y soledad tan extrema que esta viuda sólo puede prever la muerte. Y sin embargo, en esa situación límite, confía y entrega todo lo que tiene, con generosidad. En ese dar sin medida, la Providencia de Dios se hace presente. Su confianza en la palabra del profeta, hombre de Dios, trajo la transformación a su dura realidad.

Lectura del primer libro de los Reyes 17, 8-16

La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”. Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”. Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”. Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios.
Salmo 145, 6c-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA   

Los sacerdotes del templo de Jerusalén hacían rituales con la sangre de los animales que se ofrecían en los sacrificios. Se consideraba que la sangre era eficaz por estar relacionada con la fuerza de la vida. Jesús no necesitó hacer rituales ni sacrificios externos, porque toda su existencia fue una ofrenda de amor donde se jugó la vida.

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28

Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario– sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Mt 5, 3

Aleluya. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús se sentó a mirar. Y su mirada contemplativa descubrió en la acción de la viuda pobre todo lo que había en ese corazón. Las acciones así de pequeñas suelen pasar inadvertidas. Por eso Jesús tuvo que llamar directamente a sus discípulos para que pusieran la atención sobre esto. Hay una enseñanza que Jesús nos quiere dar, y para eso es necesario que pongamos la mirada sobre los más pobres, los que no hacen alarde, los que no se hacen propaganda a sí mismos y están poniendo todo el corazón en cada pequeña obra cotidiana.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 41-44

Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Alcuzas vacías

Nos recuerda el episodio de la viuda de Sarepta que la voluntad de Dios sobre el ser humano es siempre una promesa de bienestar y plenitud.  La entrega incondicional, la desinstalación, el “dar todo lo que se tiene” tiene como resultado el cumplimiento de esa promesa.

Argumentando en sentido contrario, podríamos decir que no hay más camino para hacer realidad  la voluntad salvífica de Dios que esa primera “kénosis”, ese abandonarse desde la esperanza, en la confianza de que la promesa se haga verdad en nosotros.

Dios sale a nuestro encuentro desinstalándonos, sacándonos de nuestras pequeñas seguridades, para abrirnos a un futuro de plenitud que únicamente somos capaces de entrever –contra toda evidencia- desde la fe.

En este tiempo de “alcuzas vacías” para millones de seres humanos condenados a una existencia precarizada y despojada de dignidad, la Palabra alumbra el caminar del creyente. Se nos propone el “decrecimiento” voluntario, la puesta a disposición del hermano, la entrega radical como único medio de allanar la llegada del Reino en su plenitud. Solamente donde existen discípulos y comunidades dispuestas a vaciarse de sus bienes, de su orgullo, de su posición,

Morir una sola vez

La carta a los Hebreos nos habla de las dos venidas del Señor. Esperamos ese tiempo de salvación definitiva. Un mundo nuevo en el que veremos colmadas nuestros anhelos  de una realidad distinta y mejor para todos. Y mientras tanto, es el tiempo de los creyentes, el tiempo de la esperanza, la hora del Espíritu.

Una vez más, la Palabra nos urge a acoger la llamada a ser protagonistas de nuestro momento histórico, desde una actitud de abandono que nos haga capaces de abrirnos a la búsqueda de aquello que se nos promete.

En nuestro contexto socioeconómico, ese destino del que nos habla la Palabra, ese “morir una sola vez”, parece una quimera inalcanzable para tantas hermanas y hermanos que llevan en su existencia la condena a la muerte lenta y reiterada del abandono y la exclusión.

Son ellos, los olvidados, quienes poco o nada tienen que perder, quienes acaso están en mejor disposición de enarbolar la bandera de la esperanza en esa otra realidad posible. Nosotros, tantas veces confiados en otros salvadores,  en tantas ocasiones satisfechos de nosotros mismos, quizás hayamos perdido el horizonte y la capacidad de escucha de la verdadera liberación que el Señor nos ofrece.

Una sentencia rigurosa

El evangelista Marcos, actualizando el episodio de la viuda del libro de los Reyes, nos habla precisamente de esa actitud imprescindible en todo creyente.  Frente al rigorismo y la ley, el Señor apoyándose en el testimonio de la sencilla limosna de la viuda, marca el camino a los discípulos haciéndoles  reconducir su mirada: es sólo la verdad del corazón la que nos acerca a Dios. Cuando el ansia de poder, la búsqueda de notoriedad se convierten en el centro de nuestro horizonte vital, nos inhabilitamos para el encuentro con la potencialidad liberadora del mensaje cristiano.

La misma intuición nos proponían en la segunda mitad del siglo XX algunos teólogos latinoamericanos  al decir que la “salvación viene de abajo, del pobre”. De ese mundo provienen elementos e impulsos de  salvación que difícilmente podemos encontrar en otros entornos. Los portadores simbólicos de la salvación son lo pobre y lo pequeño, como el siervo sufriente y mesías crucificado (cf. Jon Sobrino)

Ha tenido éxito entre nosotros la expresión del Papa Francisco en la que nos propone la construcción de una “Iglesia en salida”.  Además de incidir en la vertiente misionera de la comunidad cristiana, la expresión acoge también el sentido de presentar a una Iglesia desinstalada, despojada, voluntariamente empobrecida para hacer más creíble su mensaje y como signo de cercanía y acogida de las víctimas de la “cultura del descarte” (nuevamente en palabras de Francisco) en la que vivimos.

Una mirada sincera a nuestra realidad personal y eclesial quizás nos haga temer –como a aquellos escribas del evangelio- una sentencia rigurosa del Señor.

ESTUDIO BÍBLICO.

El culto verdadero es entregar la vida

I Lectura: 1Reyes (17,10-16): Dios está con los que le necesitan

I.1. Esta lectura es del ciclo del profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su fruto).

I.2. Esta escena, podemos recordarlo, es la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello, el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más generosos para compartir que los que gozan de todo.

II Lectura: Hebreos (9,24-28): El sacrificio de nuestra misma vida

II.1. La segunda lectura del día prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de una vez para siempre..

I.2. Ya, pues, no son necesarios los sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la gracia que Cristo nos ha ganado.

Evangelio: Marcos (12,36-44): La religión sin fe, no es verdadera

III.1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.

III.2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.

III.3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.

III.4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




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