Jesús se manifiesta a los apóstoles
resucitado en su trabajo diario, pescando, invitándonos a seguirle desde el
servicio y la humildad, haciendo lo mismo que él hizo: “preparando la comida”,
invitándonos a coger fuerzas para anunciarle a través de la Eucaristía: “vamos
a almorzar” y llevando la Eucaristía a nuestra vida, haciendo de nuestra
invitación a seguirle: “sígueme” una permanente Eucaristía donde compartimos la
comida: un poco de pan y un pez, y también nuestra vida: “me amas, apacienta
mis corderos”.
¿Qué estamos haciendo ante esta
invitación?
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Los
Apóstoles sabían a quién obedecer. Ni la cárcel ni las amenazas los frenaron.
Gracias a su constancia y fidelidad, el Evangelio siguió siendo anunciado a
pesar de todas las oposiciones. Y así sigue siendo hasta el día de hoy en
muchos lugares de la tierra donde los cristianos son perseguidos y
martirizados, y a pesar de eso, las comunidades siguen fieles a Jesús.
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41
Cuando los Apóstoles fueron llevados al
Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: “Nosotros les habíamos prohibido
expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su
doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!”.
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: “Hay que obedecer a Dios antes que a
los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes
hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder,
haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el
perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el
Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen”. Después de hacerlos
azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los
Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido
considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra
de Dios.
Salmo
29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me
libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me
levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan
al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias
a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
“Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a
ayudarme, Señor”. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te
daré gracias eternamente! R.
II
LECTURA
La
soberanía del Cordero abarca a toda la creación. No habrá criatura que no
reconozca su poder. Este señorío no ha sido alcanzado por la violencia o la
imposición, sino por su entrega generosa. ¡Alabemos al Cordero!
Lectura
del libro del Apocalipsis 5, 11-14
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de
Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los
Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz
potente: “El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la
riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza”. También
oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de
ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: “Al que está sentado
sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de
los siglos”. Los cuatro Seres Vivientes decían: “¡Amén!”, y los Ancianos se
postraron en actitud de adoración.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Aleluya. Resucitó Cristo, que creó todas
las cosas y tuvo misericordia de su pueblo. Aleluya.
EVANGELIO
A
Pedro se le da la misión de cuidar del rebaño. Pero antes es interrogado sobre
el amor. Sólo quien tiene experiencia viva de Jesús, quien comparte el trabajo
y la comida con él, quien lo ama con todo el ser, podrá llevar adelante la
tarea de apacentar. Porque sólo puede ser pastor el que guarda el vínculo
personal y amoroso con el Buen Pastor.
Ì Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan 21, 1-19
Jesús resucitado se apareció otra vez a
los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos
Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los
hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”.
Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca.
Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque
los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo
para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha
de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no
podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el
Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo
único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la
barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros
de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado
sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que
acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de
peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no
se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía
a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó,
tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera
vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús
dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le
respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis
corderos”. Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”.
Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta
mis ovejas”. Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”.
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le
dijo: “Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta
mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a
donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y
te llevará a donde no quieras”. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro
debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Pautas para la homilía
Jesús, después de resucitar, se apareció
varias veces a sus discípulos dándoles pruebas de que estaba vivo; esta es la
tercera vez que lo hace y, a diferencia de las anteriores que se apareció en
Jerusalén, esta vez lo hace junto al mar de Tiberiades, en Galilea.
Parece que la fe en Jesús resucitado por
parte de los discípulos era ya evidente y lo que pretende con esta tercera
aparición es afianzar a los discípulos en dicha fe. ¿Y por qué esta vez se les
aparece en Galilea y junto al mar de Tiberiades?. Para subrayar, a través del
lenguaje simbólico de la pesca, cuál debería ser la misión de los discípulos:
“ser pescadores de hombre” (Mc 1,17; Lc 5, 1-11). Y descubrir, a través de esa
“pesca”, que el rostro de Dios se manifiesta a través de los demás. Pero, para
ser buenos pescadores, no basta con que queramos salir a pescar, eso lo
hicieron también Simón Pedro y los discípulos y no pescaron nada, sino que es
necesario que escuchemos la llamada del Resucitado, porque sin la presencia de
Jesús, sin su aliento y su guía orientadora, no hay evangelización fecunda.
Si nos fijamos bien en los discípulos a
los que se apareció Jesús descubrimos que no eran más que siete: cuatro
pertenecientes al grupo de los Doce y tres a los “otros”. El número siete tiene
un carácter simbólico expresando la plenitud y la totalidad, significando que
la tarea de la “pesca” es responsabilidad de toda la Iglesia; esa es la misión
de la Iglesia siendo Simón Pedro el capitán de ese barco que es la Iglesia
universal, al que Jesús le pregunta tres veces si le ama, le manda “apacentar
sus corderos”, “sus ovejas”. Y le pide: “sígueme”. Ante esa petición Simón
Pedro le responde: “tú sabes que te quiero”, “tú lo sabes todo”.
La red que no se rompe señala, por un
lado, la unidad de la Iglesia y por otro, la capacidad de recibir en su seno a
todos los hombres sin distinción de raza, sexo, cultura, mentalidad, religión…,
a todos sin excepción. Esa misma plenitud y universalidad de la Iglesia se
representa con el número de peces que cogieron: 153 (es un número triangular
que procede de la suma 1+2+3..., hasta el 17. El número 17 no es simbólico pero
sí lo son el 10 y el 7).
Esa primera parte del texto concluye
invitando Jesús a almorzar: “vamos a almorzar”. La comida preparada era un pan
y un pescado, la misma comida que tenían cuando la multiplicación de los panes
y los peces, y el mismo gesto: tomó el pan y lo repartió, lo mismo hizo con el
pez, en una referencia directa a la Eucaristía e invitándonos a todos al
partir, repartir y compartir no solo en la Eucaristía sino haciendo también que
toda nuestra vida sea una Eucaristía.
Cómo podemos hacer hoy en día para que
nuestra vida sea una permanente Eucaristía siguiendo las enseñanzas que nos
transmite Jesús en estos textos:
Estamos en primavera, tiempo de alegría,
colores vivos, esperanza, despertar de las flores y las plantas,…; la Pascua es
también como la primavera para la Iglesia y en nuestros templos se nota que
estamos en la primavera pascual: en el blanco de nuestras vestimentas, las
flores, el agua, el cirio… Pero la Pascua también se tiene que notar en la vida
de cada día. Cómo:
En esta Pascua Dios nos hace varios
regalos a través de estos textos:
Se presenta a los apóstoles resucitado y
en su trabajo propio, pescando, fuera del templo, en la cotidianeidad de sus
vidas, manifestando que a Jesús hay que ir descubriéndolo en nuestro día a día,
en nuestro quehacer diario, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con los
demás…, porque Jesús se nos manifiesta en la sencillez de la vida.
Jesús también se hace presente a los
apóstoles en el servicio; con actitud humilde les prepara la comida para que
cojan fuerzas y puedan realizar la tarea de anunciarle. A nosotros también nos
invita a hacer lo mismo: a seguirle (le dice a Simón Pedro: “sígueme”) y a que
demos testimonio de Él siguiendo el ejemplo que Él nos dio: “preparando la
comida” a otros con la misma actitud de humidad y la misma disponibilidad como
Él lo hizo.
También nos invita a participar de la
Eucaristía: “vamos a almorzar”.
A Pedro le da el encargo (misión) de
amar, servir, “echar las redes”…, y eso en nombre de Jesús. A nosotros también
nos pregunta tres veces si le amamos, y nos invita a apacentar sus corderos,
sus ovejas y finalmente nos dice que le sigamos: “sígueme”.
¿Qué estamos haciendo ante esta
invitación?
ESTUDIO BÍBLICO.
La Resurrección desde la experiencia del
amor
I Lectura: Hechos (5,27-32.40-41):
Testigos: El Espíritu y la Comunidad.
I.1. La primera lectura nos presenta el
discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha comenzado a
perseguir a los primeros cristianos, después que los saduceos y las clases
sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de Jesús) se
han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían logrado
hacer desaparecer con su muerte. Los discípulos, que comenzaron tímidamente a
anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de
su fe y de su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron su libertad
misteriosamente.
I.2. Para dar razón de su fe, de nuevo,
recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección de
Jesús, con las consecuencias que ello supone para los responsables judíos que
quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es ya
solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los
hombres, sino que “implica” también que su causa continúa adelante por medio de
sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó.
Esta es una expresión que ha marcado algunas de las interpretaciones sobre el
acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en
consideración.
I.3. No podemos centrarnos solamente en
el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que también debemos
considerar que la resurrección de Jesús cambia la vida y el horizonte de sus
discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin ello, si bien se
proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se hubiera ido muy lejos.
Es decir, la resurrección de Jesús también da una identidad definitiva a la
comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina, y
logran dar un sentido a su vida, que es, fundamentalmente, “anunciar el
evangelio”.
II Lectura: Apocalipsis (5,11-14):
Liturgia pascual en el cielo
II.1. La segunda lectura nos narra una
segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el santuario
celeste (una forma de hablar de una experiencia intensa de lo divino y de la
salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis: el
cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él
estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino, como lo muestra el
número siete: siete cuernos y siete espíritus.
II.2. La visión, pues, es la liturgia
cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia) del
misterio pascual, la celebración y aclamación del misterio de la muerte y
resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual
y por medio de la liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se
puede expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha
hecho por nosotros.
Evangelio: Juan (21,1-19): La
Resurrección, experiencia de amor
III.1. El evangelio de este domingo,
como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba
terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo,
lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de Jerusalén al mar
de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a
Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere ser una
forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el
momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del
seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de
Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe
escapar, porque como muchos especialistas leen e interpretan, no se trata de
una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo
de fe y confianza para aceptar todo lo que el Jesús de San Juan dice en este
escrito maravilloso.
III.2. Pedro, al contrario que en la
Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había
oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito
para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él
sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo
está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos olvidar
que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes
se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el discípulo
amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una
palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es
el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.
III.3. El relato nos muestra un cierto
itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús.
Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por
eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron enseguida que era
el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como
al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este Señor a todos los
hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una
simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es
una comida de “verificación” de que verdaderamente era el Señor resucitado.
Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y
teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor como el resucitado
por ciertos signos que habían compartido con El.
III.4. Todo lo anterior, pues, prepara
el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su
fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera
comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero
entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia
base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el
juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos)
han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones
a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión
(Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea.
Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de
la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el
evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su
pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con
el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección,
porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y
dando amor, es el Señor resucitado. (Fray Miguel de Burgos Núñez).
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