domingo, 18 de octubre de 2015

DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida”

Servicio, entrega, vida. Son palabras que en las lecturas de este domingo cobran una fuerza inusitada desde la aparente debilidad que para muchos supone la donación personal. Jesús deja claro a sus discípulos que su vida está puesta al servicio de los demás hasta el punto de morir por ellos. Su palabra ha sido contundente: dar su vida en rescate por todos. Esa misma palabra que es capaz de desentrañar las intenciones de nuestro corazón y dejar al descubierto lo que nos mueve a seguirle. Entonces surge la pregunta obligada ¿aspiramos a servir desde el poder que somete o desde la entrega que salva? Porque la paradoja es ésta, como suele acontecer con el evangelio: que dándonos es como recibimos y perdiendo la vida es como la ganamos para siempre.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El servidor de Yavé se entrega por entero. Tiene puesta su confianza en Dios, y eso le da la fortaleza y la claridad para realizar su misión. En medio de los rebeldes, él obedece la voluntad de Dios. En medio de los pecadores, él es el santo. Su servicio es vida para aquellos por los cuales se entrega.

Lectura del libro de Isaías 53, 10-11

El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 4-5. 18-20. 22

R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

Jesucristo experimentó todas las debilidades humanas, e incluso fue tentado, pero no ha caído en el pecado. Él es solidario con todos nuestros dolores y flaquezas, y así, como sacerdote, es mediador, presenta todo esto al Padre para alcanzarnos misericordia.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16

Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mc 10, 45

Aleluya. El Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud. Aleluya.

EVANGELIO

Como los discípulos, podemos llegar a pensar que la comunidad cristiana debería manejarse como cualquier sociedad, con rangos, puestos, jerarquías y privilegios. Jesús dice que, entre los cristianos, las cosas deben ser de otra manera. En el Reino de Dios, sólo Dios está por encima de todos. Nuestras relaciones no se basan en el mando o la jerarquía, sino en el servicio que da vida, al modo de Jesús, servidor de Dios y de los hombres.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 35-45

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?”. “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

 “Lo que el Señor quiere prosperará por su mano”

Merece la pena considerar esta frase extraída de la primera lectura porque lleva consigo, podríamos decir, la esperanza escatológica y da “el salto en el vacío” hacia una concepción de Mesías que nada tiene que ver con la figura triunfal del rey David. El Mesías es el siervo sufriente que expía los pecados del pueblo, aquel que carga con nuestros crímenes, que se anonada a sí mismo para llegar a nosotros. Si bien es cierto que esta comprensión teológica no deja de tener eco en el evangelio de hoy, no está demás señalar que corresponde a un concepto de redención mal entendido, que viene de la noción de “sacrificio expiatorio” por medio del cual Jesús, con su sangre y su muerte, “paga a Dios” por nuestros pecados.

Así pues, el designio de Dios prosperó en Jesús no a causa de su muerte, sino de su propia vida coherente, entregada y pro-activa; de su fidelidad a la voluntad y amor misericordioso de Dios Padre que quiere que todos los hombres se salven. Fueron esas notas características de su vida y misión las que le acarrearon la muerte y no una voluntad preconcebida de Dios como si de algún trueque se tratase ya que Dios no cobra por perdonar. El riesgo patente de comprender así el designio y la actuación de Dios para con su Hijo en esta historia de salvación es que nos perdamos en la imagen de un Padre legalista cuya bondad está sujeta a nuestro comportamiento No obstante, siempre podemos seguir dejándonos sorprender por el impulso del Espíritu en la comprensión de este misterio pues los designios del Señor son insondables e inescrutables sus caminos (Cf. Rm 11, 34).

“No hay criatura que escape a su mirada”

La palabra de Dios se nos presenta descubriendo, juzgando y vigilando al ser humano hasta el punto de penetrar en lo más íntimo de su propio ser. Hasta allá alcanza el conocimiento de Dios de modo que no hay quien escape a su mirada. A pesar de su tono amenazante, este pasaje nos invita a acoger la Palabra de Dios como aquella capaz de transformar nuestros corazones, de animarnos en el ejercicio diario de conversión personal desde dentro, desde aquello que no se ve y que se esconde en nuestras intenciones y deseos.

En un mundo que solo valora la efectividad de las acciones y, en función de ella, las juzga, es muy importante no perder de vista la necesaria purificación del corazón, de nuestras intenciones y deseos, no por medio de un ejercicio ascético trasnochado, sino desde la apertura a la gracia que nos comunica Dios Padre por medio de su evangelio de vida. Hablamos, pues, de una conversión desde la gracia que nos impulsa a amar y nos mueve siempre a reconciliarnos para volver a empezar.

“Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”

La petición de los hijos del Zebedeo no está relacionada, como frecuentemente sucede en el evangelio, con alguna curación o liberación. Al contrario, ellos no manifiestan esa necesidad, sino más bien una tendencia muy humana y presente en todos nosotros: el deseo de dominar y estar por encima de muchos o pocos, da igual. La cuestión es colocarnos en un plano superior. Con esta declaración de intenciones por parte de Santiago y Juan, Marcos pone de relieve que los discípulos aún no han comprendido el término de la subida de Jesús a Jerusalén, esto es, su propia muerte. Ellos están instalados en otra lógica y desde ella se preocupan solo por pedir privilegios personales.

El desconcierto que posteriormente debieron sentir los discípulos ha de asemejarse al que sentimos nosotros, cristianos de este siglo, cuando aún no acabamos de comprender el mensaje de Jesús y las repercusiones que tiene para el momento actual de nuestra Iglesia y de nuestra vida creyente. Ciertamente, la actitud de los discípulos es criticable, no porque estén pensando en los privilegios de un reino mesiánico de carácter temporal, sino porque olvidan que la revelación en Jerusalén pasa por el camino de la cruz.

Posteriormente, Jesús va desarticulando las pretensiones personales de aquellos dos seguidores para terminar afirmando que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos. Estas palabras nos invitan a dejarnos contrastar por la palabra de Dios que es viva y eficaz, y a no edulcorar un evangelio que, si bien es Buena Noticia, no deja por ello de comportar dolor, renuncia y sufrimiento. No es un llamado al pesimismo, sino a asumir los riesgos de una misión que siempre encontrará resistencia dada nuestra natural inclinación a encerrarnos en nosotros mismos y no emprender el camino hacia el horizonte de plenitud que, en la persona de Jesús, se nos mostró para siempre en la historia.


ESTUDIO BÍBLICO.

La grandeza del Dios que sirve a los hombres

Iª Lectura: Isaías (53,10-11): Un Mesías que ha de sufrir

I.1. La primera lectura corresponde a un texto que se conoce actualmente como Trito-Isaías, un discípulo lejano, quizá después del destierro de Babilonia (s. VI) del gran maestro del s. VIII, que ha dado nombre al libro. Pero además, este es uno de los textos más claros en los que se pone de manifiesto el valor redentor del sufrimiento (forma un conjunto con Is 52,13-53,12), de tal manera que es la Iglesia primitiva, después de lo que sucedió con la muerte y resurrección de Jesús, quien se atrevió a desafiar a la teología oficial del judaísmo y hablar de un Mesías que podía sufrir para salvar a su pueblo.

I.2. Esto era lo que no admitía el judaísmo y lo que encontró la Iglesia primitiva como la identidad de su Mesías salvador. ¿Cómo podía ser eso que el Mesías no participara de los sufrimientos del pueblo? Un Mesías que viniera a pasearse en medio del pueblo sin experimentar sus llantos no sería un verdadero liberador. Si Dios sufre con su pueblo, también debía sufrir su enviado.

IIª Lectura: Hebreos (4,14-16): La misericordia sacerdotal de Jesús

II.1. La segunda lectura continúa con la carta a los Hebreos en la que se nos muestra el papel del Hijo de Dios como Sumo Sacerdote. El autor quiere marcar las diferencias con el sumo sacerdote de esta tierra, que tenía el privilegio de entrar en el “Sancta Sanctorum” del templo de Jerusalén. Pero allí no había nada, estaba vacío. Por ello, se necesitaba un Sumo Sacerdote que pudiera introducirnos en el mismo seno del amor y la misericordia de Dios que está en todas partes, cerca de los que le buscan y le necesitan. Para ser sacerdote no basta estar muy cerca de Dios, sino también muy cerca de los hombres y de sus miserias. Es eso lo que se muestra en este momento en el texto de la carta a los hebreos en que se comienza una sección sobre la humanidad del Sumo Sacerdote.

II.2. Este Sumo Sacerdote, aprendió en la debilidad, como nosotros, aunque nunca se apartó del camino recto y verdadero: ¡nunca pecó!. Es uno de los pasajes más bellos en esta teología que el autor de la carta hace sobre el sacerdocio de Jesús. Esto da una confianza en el Dios al que El nos lleva, que supera la rigidez de un sacerdocio ritualista o simplemente formal. El sacerdocio de Jesús se amasa en la debilidad de nuestra existencia para conducirnos al Dios vivo y verdadero, al que no le importan los sacrificios rituales, sino el corazón del hombre. Si bien el título de Sumo Sacerdote no es muy halagüeño y se usa poco en el NT, debemos reconocer que estos versos de la carta a los Hebreos logran una teología nueva del verdadero sacerdocio de Jesús: es sumo sacerdote, porque es misericordioso.

Evangelio: Marcos (10,35-45): La propuesta de la gloria “sin poder”

III.1. El evangelio nos ofrece una escena llena de paradojas, en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén. Ha precedido a todo esto el tercer anuncio de la pasión (Mc 10,33). La intervención de los hijos del Zebedeo no estaría en sintonía con ese anuncio de la pasión. Es, pues, muy intencionado el redactor de Marcos al mostrar que el diálogo con los hijos del Zebedeo necesitaba poner un tercer anuncio. El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.

III.2. Pensaban los discípulos que iban a conseguir la grandeza y el poder, como le piden los hijos del Zebedeo: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento y lo que haga falta. Es verdad que en el AT la “copa” también puede ser una participación en la alegría (cf Jr 25,15; 49,12; Sal 75,9; Is 51,17). Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos (fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda), como ignominia que confunde su causa con los intereses de este mundo. Esta es una lección inolvidable que pone de manifiesto que seguir a Jesús es una tarea incomensurable.

III.3. Es verdad que los discípulos podrán rehacer su vida, cambiar de mentalidad para anunciar el evangelio, pero hasta ese momento, Jesús camina hacia Jerusalén con las ideas lúcidas del profeta que sabe que su causa pude ser confundida por los que le rodean y por los que se han convertido en contrarios a su mensaje del Reino. Los grandes tienen una patología clara: dominan, esclavizan, no dejan que madure nadie en la esencia ética y humana. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa, aunque sea pasando por la cruz. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por lo poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad. Es eso lo que encarna Jesús, el profeta de Nazaret.

III.4. Llama la atención el v. 45, “el dicho” sobre el rescate (lytron) por todos. Este dicho puede estar inspirado en Is 53,12. No se trata propiamente de sacrificio ni de expiación, porque Dios no necesita que alguien pague por los otros. No es propiamente hablando una idea de sustitución, aunque algunos insisten demasiado en ello. Es, en definitiva, una idea de solidaridad con la humanidad que no sabe encontrar a Dios. Y para ello Él debe pasar por la muerte. No porque Dios lo quiera, sino porque los poderosos de este mundo no le han permitido hacer las cosas según la voluntad de Dios. Pensar que Jesús venía a sufrir o quería sufrir sería una concepción del cristianismo fuera del ámbito y las claves de la misericordia divina. El Hijo del Hombre debe creer en el ser humano y vivir en solidaridad con él. El Cur Deus homo? (por qué Dios se hizo hombre) de Anselmo de Canterbury, debería haberse inspirado mejor en esta idea de la solidaridad divina con la humanidad que en la visión “jurídica” de una deuda y un pago, que sería imposible. Dios no cobra rescates con la vida de su Hijo, sino que lo ofrece como don gratuito de su amor. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).




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