domingo, 4 de octubre de 2015

DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO


Hacerse una sola carne…

A través de una particular lectura, se nos invita a luchar contra la soledad, a enamorarnos de la humanidad sufriente y a declararle amor eterno. Y hacerlo aplicando la metodología de lo común, del grupo, de la fidelidad entre las personas. Prestando lealtad a la justicia social, la libertad, el amor y las oportunidades. Acerquémonos con la inocencia de niños a la propuesta de Jesús, él nos abraza y bendice, como dice el Salmo: todos los días de nuestra vida.

DOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La unidad de la pareja humana se expresa, sin dudas, en la unidad del cuerpo. Pero esta última solo puede ser plena y fuente de felicidad si expresa la unidad espiritual.

Lectura del libro del Génesis 2, 4b. 7a. 18-24

Cuando el Señor Dios hizo el cielo y la tierra, modeló al hombre con arcilla del suelo, y dijo: “No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada. Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando éste se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre”. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.
Palabra de Dios.

Salmo 127, 1-6

R. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.

Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén! R.

¡Y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel! R.

II LECTURA

Jesús es hermano nuestro. No está lejos de nuestros sentimientos y dolores, porque él también ha padecido lo que padecemos nosotros.

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11

Hermanos: A aquel que fue puesto por poco tiempo debajo de los ángeles, a Jesús, ahora lo vemos coronado de gloria y esplendor, a causa de la muerte que padeció. Así, por la gracia de Dios, él experimentó la muerte en favor de todos. Convenía, en efecto, que Aquél por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los conduciría a la salvación. Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos hermanos.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 14, 12

Aleluya. Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. Aleluya.

EVANGELIO

“El matrimonio es una alianza en comunión fiel y creciente por la que un varón y una mujer participan del amor creador y liberador de Dios. Por lo mismo es fuente de vida y no de servilismo, de comunión y no de sumisión”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 2-16

Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”. Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, “Dios los hizo varón y mujer”. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne”. De manera que ya no son dos, “sino una sola carne”. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio”. Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Releyendo a lo ancho y no a lo corto…

Así, cuando se repasan de corrido las lecturas de hoy, muy probablemente aparezcan, por un lado, ciertas reticencias ante algunas de las afirmaciones, que presentan y por otro, quizá algún gesto de asentimiento, depende de los ojos… Pero también puede que estemos dispuestos/as a tratar de hacer otra lectura un pelo más global, un pelo menos de género. ¿Qué tal si nos detenemos en…?

"No está bien que el hombre esté solo…”.

Que podíamos leer a lo ancho como: Luchemos por erradicar la soledad de la gente. No es bueno que permitamos que la gente sufra soledad... No es la voluntad de Dios. No nos sintoniza con su proyecto. Ser cómplices de la soledad de otros y otras, por abandono, por comodidad o por egoísmo, es pecado estructural en nuestra sociedad del 21. La soledad es una suerte de pobreza que agrieta el corazón humano, anticipa lo pobre del mundo. Es parte del fracaso del sueño. Es una situación que, quién más y quién menos, todos tenemos cerca. Seguro que no nos es difícil imaginar uno o varios nombres propios en este momento... Seres humanos a quien podemos comenzar a acompañar, o “acompañar más”…. Personas concretas con rostro y nombre con quien podemos, simple y llanamente, pasar más tiempo. Y si no nos es posible estar físicamente: creatividad al poder, hay mil maneras de hacernos presentes en la vida de la gente... Cuidar más, conversar más, estar más. Encuentros que pueden quebrar el frío del aislamiento, que pueden desmontar al dolor, alzar a la gente y liberarla. Así de sencillo, así de complejo a veces…

También podemos reparar en…

“Se unirán y serán los dos una sola carne…”.

Atreverse a hacerse una sola carne con “el otro”... ¿Qué significa eso de ser una sola carne? ¿Es solo aplicable al ámbito de los lazos conyugales? ¿Solo es legítimo entregarse de esta radical manera por la pareja o por la familia…? Cuándo dos personas contraen matrimonio a todos nos resulta sencillo pensar que es lógico que se sientan una sola carne, parte de una misma experiencia dinámica y vital que se va desplegando: dos vidas a dúo. Y esta experiencia es hermosa y grande en la vida. Pero por esta misma razón, ya que todos estamos convencidos/as de que la experiencia de vivir “lo común” es algo bueno en la vida ¿por qué tendemos de restringirlo al ámbito de la pareja o de la familia? ¿Por qué no imaginar que se nos invita al desafío de llevar vidas humanas conjugadas, grupales, incorporadas unas a otras…? ¿Cómo es eso de resolverse a llevar existencias que se tejen en común, “que se van haciendo una sola carne”? Estamos llamados a crear grupos humanos que se guardan fidelidad, lealtad,…y, sobre todo, que se hacen carne con todo aquel o aquella que sufre. Colectivos de personas que velan por la felicidad de otros y otras, que se quieren y caminan enamorados de la mano de los preferidos/as de Dios, hasta que la muerte los separa… Grandes y generosas personas que deciden “casarse” y “hacerse una sola carne” con la humanidad sufriente, con la de aquí y con la de allá. Presencias que actualizan serias y longevas “promesas de amor eterno” con los márgenes de esta carretera que llamamos mundo. Militantes resistentes, tenaces (testarudos incluso) que, como decía otra frase de la lectura de Hebreos, no se avergüenzan de llamar a la gente HERMANA... Luchadores incansables de la justicia social y las oportunidades. Esta es la propuesta, este es el verdadero “enlace”.

“Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos…”

A los niños a veces no se les hace caso. Son niños. Ya crecerán. Aún no saben de la vida, ¿no? Pues mira por dónde, que en el fragmento final de la lectura del evangelio de Marcos, la temática da un giro de 180 grados. Da la impresión de que Jesús quisiera decir algo así como: dejaos de preguntas trampa y mirad cómo abrazo y bendigo la inocencia de los críos. Desinstalaos ya de vuestras suspicacias y desconfianzas. Dejad de considerar quien está listo y quién no para recibir la gracia y el amor que vienen de Dios. No juzguéis y no seréis juzgados. No necesitáis llegar a ningún estándar. Ninguna marca habéis de batir. Venid que yo os abrazo y os bendigo. Venid con la sencillez de corazón de estos peques, que nada andan cuestionando porque niños son, y sin embargo: Yo los bendigo, los abrazo y los quiero…

Hermanos y hermanas, en especial hoy hermanos y hermanas franciscanos, erradiquemos la soledad, aprendamos a amarnos hasta que la muerte nos separe, abrazaos los unos a los otros ¡Bendito el ser que se acerca a Dios!


ESTUDIO BÍBLICO.

El amor verdadero, meta del hombre y la mujer

Iª Lectura: Génesis (2,18-24): Amor verdadero frente a la soledad

I.1. El relato de Génesis 2,18-24 -desde una cultura religiosa de la época, por lo tanto, no de manera científica-, nos diseña la aparición de la pareja humana. Y debemos recalcar ese verbo “diseñar”, porque no se trata de otra cosa. Es la mano de Dios la que lo hace y la que permite un diseño de amor. El creador de este relato –o una escuela catequética que llamamos «yahvista», porque desde el principio le da a Dios el nombre propio de Yahvé, que aparecerá con Moisés-, parte de la experiencia humana, de eso que se ha llamado la media naranja, y que responde a una cultura bien determinada del Oriente. Pero por encima de las imágenes casi infantiles en que se expresa el relato, se nos ofrece un mensaje que es muy digno de mérito en este tiempo de reivindicaciones de la dignidad humana, de la mujer y de los pequeños.

I.2. El hombre, el varón, no es nada sin la mujer; es o sería la pura soledad. Dios, lógicamente, no ha creado a la mujer del hombre, sino que es una forma de poner de manifiesto que tienen la misma dignidad y mutuamente encuentran en el diálogo, en el afecto, en el amor, lo que en Dios es pura unidad de paternidad y maternidad a la vez. Eva, como Adán, son nombres genéricos, no significan una pareja exclusiva al principio de la humanidad. Dios, pues, ha comprometido todo su ser en la creación del hombre y la mujer, de la humanidad, que han de unirse en amor creador de paternidad y maternidad, para que este mundo sea ámbito de felicidad.

IIª Lectura: Hebreos (2,9-11): El Hijo que viene a ser “nuestro hermano”

II.1. El texto de la segunda lectura, de la carta a los Hebreos (2,9-11), es la conclusión de un himno con que comienza esta famosa carta neotetamentaria. Precisamente en ese himno se había puesto de manifiesto la grandeza de Cristo, lo que se llama su preexistencia, porque estaba junto a Dios, es el Hijo de Dios. Sin embargo, el autor de la carta quiere acercar este Hijo de Dios a los hombres, hasta ponerlo a nuestra altura (un poco inferior a los ángeles) para que sintamos en él la fuerza de nuestro hermano.

II.2. En la fe cristiana es tan importante confesar a Jesús como Hijo de Dios, que como hermano nuestro, que se compadece de nosotros y da la vida por nosotros. Su muerte en favor de toda la humanidad nos habla de la solidaridad de Dios con nosotros, como se había comprometido a ello desde la misma creación. El, Jesús, es el que nos ha abierto el camino de la salvación.

Evangelio: Marcos (10,2-16): La ruptura del amor no es evangélica

III.1. El evangelio de hoy nos muestra una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel) y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final, alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.

III.2. Pero a Jesús no se le está preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En nombre de Dios? ¡De ninguna manera!

III.3. Por ello, todas las leyes y tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también. Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


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